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Historia amorosa de monos y monas
Antes de comenzar la lectura: 1.- ¿ Qué relació n existe entre un gusano y una flor? 2.- ¿ Sabé is lo que significa “soñ ar despierto”? EL GUSANO Y LA FLOR
Habí a una vez un gusano que se habí a enamorado de una flor. Era, por supuesto, un amor imposible, pero el insecto no querí a seducirla ni hacerla su pareja. É l só lo soñ aba con llegar hasta ella para darle un ú nico beso. Cada dí a el gusano miraba a su amada. Cada noche soñ aba que llegaba hasta ella y la besaba. Un dí a el gusanito decidió que no podí a seguir soñ ando con la flor y no hacer nada por cumplir su sueñ o. Así que avisó a sus amigos de que treparí a por el tallo para besarla. La mayorí a intentó disuadirlo, pero el gusano se arrastró hasta la base del tallo y comenzó la escalada. Trepó toda la mañ ana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó estaba exhausto. " Haré noche agarrado al tallo, y mañ ana seguiré subiendo". Sin embargo, mientras el gusano dormí a, su cuerpo resbaló por el tallo y amaneció donde habí a empezado. Cada dí a el gusano trepaba y cada noche resbalaba hasta el suelo. Mientras descendí a sin saberlo, seguí a soñ ando con su beso deseado. Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueñ o o que soñ ara con otra cosa, pero é l sostuvo, con razó n, que no podí a cambiar lo que soñ aba mientras dormí a y que si renunciaba dejarí a de ser quien era. Todo siguió igual hasta que...una noche el gusano soñ ó tan intensamente con su flor, que los sueñ os se transformaron en alas… y por la mañ ana el gusano despertó mariposa, desplegó las alas, voló a la flor… y la besó.
Antes de comenzar la lectura: 1.- ¿ A qué juegos se puede jugar con un baló n? 2.- ¿ Qué es muy importante para que un equipo gane partidos? (calidad individual o trabajo en equipo) ERNESTO ES EL DUEÑ O DEL BALÓ N
Ernesto es el dueñ o del baló n. Cuando los chavales juegan al fú tbol y a Ernesto no le gusta có mo va el partido, coge su baló n y se lo lleva a casa, dejando a todos los niñ os con un palmo de narices. Da igual que le digan que no es justo; é l tiene el poder y lo usa como quiere. Llegó la Navidad y despué s los Reyes Magos. Al dí a siguiente, Ernesto fue al patio del colegio con su baló n, pero el espectá culo que vio lo dejó sin habla: todos y cada uno de los niñ os tení an un baló n nuevecito. Lo malo fue que, en vez de jugar, sin má s -ya que tení an balones de sobra-, todos querí an el poder que les daba ser el dueñ o del baló n, como Ernesto, y que se hiciera lo que a ellos les apetecí a. Al final, los veinte niñ os jugaron cada uno por su lado, solos, y todos eran los dueñ os de su baló n, pero ya no habí a juego al que jugar.
Antes de comenzar la lectura: 1.- ¿ Conocé is algú n mú sico famoso? 2.- ¿ Sabé is qué es la mú sica clá sica? 3.- ¿ Habé is oí do hablar de Mozart? mozart Wolfgang Amadeus Mozart tení a un gran sentido del humor, y tambié n una extraordinaria nariz. É l bromeaba a menudo sobre las dimensiones de su apé ndice nasal. Con el fin de gastar una broma al compositor Franz Joseph Haydn, le hizo la siguiente apuesta: - Maestro, ¿ a que no podé is tocar estos compases que he compuesto? Haydn se sentó al piano y empezó a ejecutar aquellas notas, sin problemas…, hasta que tuvo que pararse y dijo: - No puedo continuar, porque aquí en medio hay una nota para la que me faltan dedos, ya que tengo ambas manos ocupadas. Mozart rió divertido, y le dijo: - Dejadme… Se sentó y tocó su propia creació n, y cuando llegó a la nota que quedaba suelta y no habí a forma de tocarla por estar todos los dedos ocupados, agachó la cabeza y la tocó con su nariz. Tras esto, ambos rieron, y dijo Haydn: - Tocá is con toda el alma, pero tambié n con todo el cuerpo, sin olvidar la nariz… Carlo Frabetti, Ané cdotas de la Historia
Antes de comenzar la lectura: 1. ¿ Cuá les son tus responsabilidades diarias? 2. ¿ Serí as feliz sin escuela? LOS DÍ AS DE ELÉ Los dí as de Elé eran dí as sin escuela y de muchas obligaciones. Por las mañ anas: el corraló n de los cochinos, la pajarera, el patio, las botellas, algú n que otro mandado; y a la hora del almuerzo: poner, servir y quitar la mesa a los dueñ os. Los mediodí as: unas veces, por antojarse la dueñ a de tallullos y majaretes, traer un saco de mazorcas tiernas del maizal, pelarlas y rallá rselas a Dengo en el rallador. Otras, si la hermana del dueñ o querí a malarrabia, ir a sacar boniatos y venir con ellos hú medos de tierra, para lavarlos, pelarlos y picarlos en cuadritos. Y algunas, cuando habí a dulce en almí bar, ir del boniatal al yucal por vianda fresca para que Dengo hiciera buñ uelos. Los mediodí as eran tambié n para el caballo del dueñ o: dos veces a la semana, bañ o con manguera y jabó n especial comprado en Pinar del Rí o; a diario, rasqueta de cabeza a rabo y cepillo por todo el pelo, sin olvidar el envaselinado de la crin y la cola, que tení an que estar siempre brillosas y suaves. Ademá s, si Dengo andaba de lavado o planchado, Elé la ayudaba por los mediodí as en la limpieza de la casa. Y eso para é l era un gusto. Antes del paseo de Calazá n, Biembe y Romá n traí an del potrero las vacas y los terneros. Y despué s del paseo, el niñ o poní a, serví a y quitaba la mesa de los dueñ os. Así eran los dí as de Elé: dí as de muchas obligaciones. Para que el dueñ o lo dejara vivir con su abuelo en el cuarto del maí z seco; para que el viejo tuviera su almuercito, su comida y alguna ropa con que vestirse. Dí as sin escuela, en los que Dengo, de trají n en trají n, le oí a cantar bajito aquella canció n que el niñ o habí a aprendido de Calazá n, y que era una canció n muy vieja y muy triste:
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