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En ese momento, el rey sale de su escondite.
REY. (Se dirige a la campesina.) Buena mujer, eres la ú nica que ha pensado en los demá s y ha retirado el obstá culo del camino. Vendrá s conmigo a palacio y será s mi ministra.
Antes de comenzar la lectura:
LA CASA CON Á RBOLES Un hombre enfermo decidió dejar su trabajo de obrero en una fá brica de la ciudad e irse a vivir al campo junto con su hija Carolina. Ambos recorrieron todos los pueblos cercanos hasta que, por fin, encontraron una casucha abandonada situada delante de un extenso prado invadido por hierbajos. -Viviremos aquí y convertiremos este prado en una hermosa huerta –dijo el hombre. Al cabo de un par de semanas, el hombre habí a arado buena parte del prado para hacer una huerta. Y entonces bajó al pueblo cercano para comprar simientes encerradas en sobres de plata. -¡ Dinero tirado! – comentó el tendero mientras moví a la cabeza de un lado a otro- É sa no es tierra de hortalizas. El padre de Carolina no se dejó desanimar. Y cuando llegó a casa, extendió sobre la mesa todos aquellos sobres brillantes con imá genes de calabacines, tomates, judí as guisantes… La chica quedó fascinada ante las semillas de aquellos vegetales que ella imaginaba procedentes de quié n sabe qué lugares remotos. Carolina cogió algunas simientes y las guardó en una cajita. Luego, padre e hija sembraron juntos el prado. Pasaron varias semanas y, pese a los cuidados de Carolina y su padre, las semillas no germinaron. Y por fin, una tupida pelusilla verde volvió a cubrir todo aquel terreno. -Vaya, no nos ha salido bien –comento melancó lico el padre-. Lo intentaron de nuevo la primavera pró xima. Al siguiente mes de marzo, el campesino volvió a cavar la tierra, compró nuevas simientes y le dio a Carolina las bolsitas semivací as. Pero la hierba volvió a crecer por todas partes. A la tercera primavera todo se volvió a repetir del mismo modo. Padre e hija se habí an habituado ya a la vida del campo y el ú nico pesar de Carolina era que su padre no lograra tener su huerta. Un dí a de otoñ o, Carolina cogió sus simientes y se las llevó al prado. Allí se entretuvo lanzando semillas de coliflores y zanahorias a los pá jaros. A la vista de aquel banquete, acudieron muchas aves que a veces dejaban caer del pico un albaricoque o una cereza ya mordisqueados o una almendra demasiado dura. Despué s de aquel otoñ o vino un invierno lluvioso que mantuvo a padre e hija encerrados en casa hasta bien entrada la primavera. Por fin, una mañ ana de sol, Carolina abrió de par en par las contraventanas de la casa y su mirada pareció extraviarse: ante sus ojos no se extendí a el prado, sino un bosquecillo de pequeñ os á rboles cargados de hojas delicadas. Eran cerezos, albaricoqueros, almendros y avellanos: bien distanciados unos de otros, se alzaban rectos sobre el terreno. Y así fue como aquel prado se convirtió en una hermosa tierra de frutales.
Antes de comenzar la lectura: 1º.- Vosotros/as ¿ creé is que el hombre llegó a la Luna?
¿ Llegó el hombre a la luna? La llegada del hombre a la luna está en cuestió n. ¿ Es verdad que Amstrong no llegó a la Luna sino que era todo un montaje de los Estados Unidos para ganar la carrera espacial? Pasará n siglos y todaví a la gente se preguntará si el hombre llegó realmente a la luna. De hecho, no se sabe dó nde ni cuá ndo surgió el primer rumor o acusació n acerca de la veracidad de este hito de la carrera espacial, pero lo que sí es demostrable cientí ficamente es que el hombre llegó a la luna y que las naves y equipo que utilizaron para dichas misiones siguen allí. Estos son algunos de los hechos que demuestran fehacientemente que el hombre pisó la luna:
Fotografí as de la Tierra desde la cá psula: a menos que la cá psula estuviera fuera de la ó rbita terrestre y a una distancia considerable de nuestro planeta, no se podrí an haber tomado fotos en las que se viera nuestro planeta en su totalidad. Y quizá s la má s importante... si realmente hubiera sido un fraude, y se pudiera demostrar con tal facilidad, ¿ por qué los rusos, enemigos de los estadounidenses en aquella é poca, no hicieron tal acusació n? La respuesta es sencilla: no existe tal conspiració n, y el hombre, para nuestro orgullo y regocijo, sí llegó a la Luna. Caminó por ella, llevó a cabo experimentos, y cuando los viajes a la Luna dejaron de ser noticia, se decidió que el ingente gasto ya no era justificable. DANIEL VENTURA GONZÁ LEZ
Antes de comenzar la lectura: 1º.- ¿ Sabé is lo que es una momia? 2º.- ¿ Sabé is lo que era una Faraó n? Identifican a la momia de Hatshepsut gracias a una muela LLEVABA TRES AÑ OS EN EL SÓ TANO DEL MUSEO DE EL CAIRO
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